Adoradores – A. Fonseca
La Biblia nos anima a adorar a nuestro Dios “con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas” (Marcos 12.30), eso quiere decir con mucha pasión. No podemos hablar de pasión sin entrega, la entrega implica fervor, y tampoco podemos decir que hay fervor si no existe expresión emotiva.
Nuestra adoración debe estar embebida por una pasión profunda hacia el autor de nuestra vida: Dios. Entonces la expresión de este sentimiento debe ser fervorosa, caracterizada por la:
Espontaneidad: Todo momento es bueno para decirle a Dios que lo amamos y adoramos. No hay patrón o paradigma que determine qué tipo de expresión es mejor, podemos alabarle con todo lo que somos y tenemos. No hay mejor cosa que ser espontáneos y genuinos en nuestra adoración.
Alegría y celebración: La actitud de adoración nos anima a vivir un encuentro constante con Dios, lo que debe producir en nosotros una alegría desbordante, una celebración constante, porque el Dios a quien adoramos es eterno, poderoso, creador, amoroso, vencedor y mucho más.
Libertad del Espíritu: Nuestra alabanza al Señor debe dejar que el Espíritu se mueva en completa libertad, bautizando, sanando, liberando, salvando, consolando y mucho más. Así viviremos en fervor nuestra adoración a Dios.
No nos avergoncemos de ser fervorosos en la expresión de nuestra adoración. Que la pasión brote desde los más hondo de nuestro corazón y salga en cada gesto y palabra. Seamos adoradores apasionados.