La mirada de Dios es distinta a la mirada del mundo. El mundo busca lo grande, lo influyente, lo poderoso y externo, pero Dios se fija en el corazón dispuesto a obedecer. Vivimos en un mundo que valora lo exterior: la apariencia, el estatus y el éxito visible. La mirada del hombre se fija en lo que es evidente, en lo que se puede ver a simple vista, pero Dios mira lo que nadie más puede ver. En lo más humilde y sencillo, Dios trae lo más grande, y en esto hay alegría.
Dios no solo nos ve de una manera diferente, sino que también nos invita a cambiar nuestra manera de ver a los demás. Nos llama a ir más allá de las apariencias y a mirar con los ojos del corazón, reconociendo el valor de cada persona como Él lo hace. Juan 7:24: ” No juzguen según las apariencias, sino a través de un juicio justo”.
Di sí a lo nuevo que Dios quiere hacer en ti y a través de ti. No importa si te consideras pequeño, lo que importa es tu disposición. Te sientes común, ordinario o pequeño, Dios te ha escogido Dios para cosas extraordinarias. ¡Alégrate en el Señor!